La transformación digital y las desigualdades después de la pandemia

Asistimos a una aceleración de las tecnologías digitales desde hace, aproximadamente, unos veinte años. La oleada de nuevas tecnologías incide en todos los aspectos de nuestra vida. A medida que la transformación digital se extiende, vamos siendo conscientes de la desigualdad que va dejando a su paso. Por tanto, ha ido derivando en una cuestión social, originando un problema de calado en lo que nosotros pensamos que son nuestras avanzadas sociedades.

¿Cómo ha influido la pandemia en el uso de las tecnologías?

Las medidas forzadas por la pandemia a las que se han visto obligados los gobiernos, decretando estados de alarma y manteniendo a los ciudadanos confinados ha incrementado la dependencia tecnológica para poder mantener un cierto nivel de normalidad. A partir de esta situación anómala que hemos venido sufriendo a nivel mundial, se ha aumentado, exponencialmente, el uso de teléfonos inteligentes y tabletas para estar en contacto e informarse mediante redes sociales y mantener contacto con la familia y amigos. En el caso de las empresas, el incremento ha sido en ordenadores portátiles, videoconferencias y las recurrentes plataformas en la nube para tener a todos los empleados en contacto y acceso a la misma información desde cualquier dispositivo para facilitar así, el trabajo remoto en tiempos de distanciamiento social. También, es reseñable el uso en centros educativos que en gran medida han tenido que recurrir a las clases online o en la misma sanidad con las consultas virtuales.

¿Cuáles son las desigualdades digitales más significativas?

Las distintas zonas geográficas, el acceso a los equipos adecuados, la habilidad y una conexión a internet de calidad es lo que marca la llamada brecha digital. Esta disparidad en el acceso como no poder alcanzar equipos básicos o la actualización adecuada o como hemos señalado, las distintas conexiones a internet o incluso ni siquiera tener conexión por razones económicas o técnicas produce unas desigualdades muy notables. Ajeno a lo anterior, también, hay otro elemento como es la habilidad y rendimiento de cada individuo que varía enormemente de unos a otros. Durante los días en los que más nos hemos apoyado en estas tecnologías, esto se ha puesto muy de relieve. La diferencia entre áreas geográficas, así como el poder adquisitivo ha sido muy determinante para que la brecha sea preocupante. En el proceso de aprendizaje se ha vuelto a poner en la palestra la desigualdad entre unos estudiantes y otros.

¿Qué ventajas tiene un buen acceso a herramientas digitales?

Contar con capacidades y competencia para utilizar las tecnologías digitales ha permitido continuar con la vida social y laboral, además de realizar compras o gestiones bancarias en línea. Hemos visto como miles de empresas mandaron a sus empleados a trabajar desde casa, esto supuso que algunas empresas fueran capaces de continuar en los momentos más duros de la pandemia y mantener su actividad. Mientras que otras empresas se quedaron atrás, dentro de lo que hemos denominado como brecha digital viéndose obligadas a suspender toda actividad.

¿Qué entendemos por brecha digital?

Escuchamos continuamente la palabra innovación y conectividad, así como brecha digital. No son conceptos nuevos pero sí, somos poco conscientes. La magnitud de este problema se ha disparado durante los confinamientos de la población. Podemos definir brecha digital como la diferencia entre los que tienen acceso de calidad a las últimas tecnologías y los que tienen un uso limitado, muy básico o incluso, no tienen ningún tipo de acceso.

¿Cómo afecta la desigualdad digital?

Los que sufren esta desigualdad se ven afectados de varias maneras como son: el acceso a los dispositivos, las conexiones de banda ancha, además del conocimiento y habilidades digitales. Lógicamente, si no tienes un dispositivo de poco puede servirte una conexión a internet o si tienes un ordenador portátil pero desconoces como sacarle rendimiento. Como vemos es un encadenamiento de elementos que provoca la exclusión de una parte importante de la población, principalmente, familias con bajos ingresos y personas mayores.

Esta exclusión digital es, especialmente, perjudicial. Nos movemos en un mundo digitalizado y cada vez más, con lo cual, los ciudadanos marginados de esta transformación se quedan al margen del núcleo de nuestra sociedad con lo que se les niega una participación en todos los ámbitos, incluyendo la participación económica. La sensación de descolgarse de la realidad digital va dejando a muchos ciudadanos fuera en lo laboral y social, ocasionando problemas de toda índole, incluyendo los problemas psíquicos.